Afortunadamente un servidor no ha tenido la desgracia de probar tal droga, no obstante, me da la sensación de que la experiencia no debe ser muy distinta a ver Trainspotting.
Esta película no da tregua. Desde el primer segundo nada más comenzar, no nos permitirá un solo respiro hasta que los créditos aparezcan. Agarra al espectador y no lo suelta mientras este es conducido por una agitada odisea de emociones fuertes sin descanso.
Después del último plano necesité un par de minutos para, al fin, relajar todos los músculos (aún en tensión a pesar de haber finalizado), respirar profundamente, y asimilar el peliculón que acababa de atestiguar. Pero, irónicamente, la cinta no te abandona una vez se ha terminado. Su influencia y (sobre todo) su banda sonora quedan inmutables en tu cabeza, resonando una y otra vez. Te encuentras más activo de lo normal, acostumbrando tu pulso a un ritmo más calmado, momento en el que te das cuenta: eres adicto.
¡Oh, no! Te ha entrado el mono. ¿Pero el mono de qué? De Trainspotting, obviamente.
Necesito recordar los mejores momentos. Necesito un nuevo chute de esos personajes. Necesito más películas con un ritmo tan endiablado. ¡Necesito escuchar esa increíble BSO otra vez!
Ese síndrome de abstinencia se nota y nos deja en un limbo, por un pequeño período de tiempo durante el cual estaremos pensando en Trainspotting exclusivamente.
Ahora hablando en serio, es una de las obras que mejor transmite la verdadera naturaleza del mundo de las drogas. Estamos ante una película frenética dotada de una dirección magistral (danza entre el realismo puro y la psicosis más retorcida), interpretaciones estelares (McGregor realiza un papel especialmente brillante, pero nadie del reparto se le queda atrás), y un guión sencillamente soberbio poseedor de frases que quedarán para la historia.
Tiene un mensaje devastador sobre lo horrible que puede llegar a ser la heroína, sin embargo, lo hace desde un punto de vista diferente. No trata de ser típico drama lacrimógeno o sensacionalista, en vez de eso, es una comedia negra. Y de las buenas.
Es desvergonzada. Es desagradable a ratos. Es cínica. Es extremadamente cruel... Pero no por eso pierde un ápice de diversión, ya que este humor negro no es un elemento superfluo. En absoluto: está totalmente justificado, pues no deja de ser una dura crítica a las drogas fuertes y la terrible adicción que estas producen. La película utiliza este factor a su favor para ser entretenidísima y aun así, nunca enaltece el comportamiento del adicto, sino todo lo contrario: este siempre es objeto de imágenes incómodas (repetidas escenas de pinchazos que revuelven el estómago), desgracias o agresivas situaciones.
Los personajes son deliciosos. No se nos ofrece el gastado prototipo de yonqui ni cualquier tontería de esas; en su lugar, nos deleita con un grupo de chiflados a cada cual más peculiar y mejor caracterizado. Están pirados, no hay duda, precisamente por eso son tan geniales. Las adversidades a las que se enfrentan y la forma en la que cada uno las enfrenta son una gozada. Todos actúan acorde con sus personalidades, habiendo evoluciones (e involuciones, o caídas en picado) continuas a lo largo de los 90 minutos que se hacen muy cortos.
NO es una película para todo el mundo.
NO es una película apta para gente sensible.
NO es una película cuyo humor pueda agradar a todos los públicos.
Pero para mí, es un PELICULÓN.
9,5/10.
Espero que hayais disfrutado de esta mini-reseña a pesar de que sea mucho más corta de lo normal (debo aprender a contenerme y no enrollarme tanto).¿Existe alguna queja por mi parte?
Sí: el personaje de Kelly Macdonald (Diane) me parece algo desaprovechado. Es una especie de subtrama que se abandona muy rápido, de la que muy probablemente me habría gustado ver un poco más.
Nada más.
Hora de satisfacer el mono de Trainspotting:
No hay comentarios:
Publicar un comentario