domingo, 9 de septiembre de 2018

Criticando Clásicos: "El hombre que mató a Liberty Valance" (The man who shot Liberty Valance)

Me faltan números para contar el total de veces que mi padre y mi querido tío me han recomendado esta película. Decían "hasta que no la hayas visto, no sabrás lo que es el auténtico cine", o algo parecido (obviamente, con tintes humorísticos).
Está calificado por una considerable porción de personas como uno de los mejores (sino el mejor) western de todos los tiempos.
¿Tenían razón?
Tenían razón.


Curiosamente, hay un gran contraste entre el día anterior al visionado de "El hombre que mató a Liberty Valance" y el posterior; y digo curiosamente, porque es ese mismo tópico (pasado-futuro) el más destacado, aclamado y mejor desarrollado del filme.

Antes...
No era gran admirador de John Ford (apenas he visto 3 películas dirigidas por él, contando esta).
Nunca había tenido a John Wayne en ningún pedestal de la actuación. Para mí, interpretaba al mismo personaje muchas veces, y yo no siempre me lo creía.
No era un particular fanático de los westerns de los años 50 y principios de los 60.

Y después de verla...
Ahora no puedo esperar para revisar más obras en la filmografía de este gran director.
Ese día me creí el personaje heroico de John Wayne.
Estoy ansioso por ponerme al día con más obras similares de la época.


Y mirad, yo considero que Centauros del Desierto (la más famosa colaboración Wayne-Ford) es una obra correcta pero sumamente sobrevalorada y, en mi opinión, no merece la posición de película de culto que ostenta actualmente. El paso de los años no la ha tratado nada bien.
Por el contrario, El hombre que mató a Liberty Valance... hermano, esa juega en una liga completamente distinta.

Estamos ante una película crepuscular, el primer adiós al western. La audiencia del momento, hastiada, comenzaba a pedir otras cosas, pues ya no quedaba mucho que hacer con este tipo cine. Entonces, en vez de atascarse y ofrecer lo mismo otra vez, el filme opta por una visión diferente, estableciendo un claro paralelismo entre el argumento de la película y la situación del western en la época. La cinta, plenamente consciente de que el subgénero había entrado en su recta final, decide darle a este una despedida digna con una historia que da la vuelta a los desgastados clichés en vez de utilizarlos y aboga por el progreso (dejando atrás las costrumbres clásicas), desmitificando así sus propias raíces al mismo tiempo que desmotraba gran pasión por ellas. Es una última carta de amor al cine del oeste, una especie de suicidio honorable del mismo que dejaba el camino libre para a una nueva generación; y quién mejor para desmontar un género de esta manera, que la misma persona que lo alzó por todo lo alto en primer lugar: John Ford.
Es importante que esta sea una obra de Ford, pues aunque él se posiciona a favor de Doniphon, es capaz de ver que este no es el futuro. Los que la hayáis visto me entenderéis. Los que no... ¿a qué esperáis?

El mensaje más profundo se halla en la incesante batalla entre la tradición y la evolución. Nuevo vs Antiguo. Cuando Stoddard (un hombre emprendedor que representa lo moderno, la palabra como arma) llega a Shinebone (lugar estancado en el pasado) encuentra lo típico: las leyes allí no cuentan, los bandidos aterrorizan a los habitantes, el comisario es un pusilánime y los héroes son aquellos capaces de desenfundar su pistola rápidamente.
La película narra con suma maestría las repercusiones de la relación de aprendizaje recíproca entre esta persona y el resto del pueblo, creando una gran sensación de satisfacción en el espectador.
Shinebone debe acostumbrarse al futuro. Debe aferrarse al progreso y abandonar a los rezagados. Los tipos duros con pistolas como única arma se quedan atrás en un mundo que avanza demasiado deprisa, cambiando las reglas gracias a la masiva globalización. La mujer debe escoger la cultura, al hombre que lava los platos y no la trata como un mero objeto. La acción se dará en casas y no en llanos desolados. Por otra parte, cambiar de manera tan drástica el status quo no es fácil y requiere una férrea voluntad que no ceda ante las tentaciones. Al final, ambas partes han de aportar su granito de arena para que el necesitado cambio pueda tener lugar... aunque eso signifique la triste extinción de una de ellas.
Esta "regla" es una que puede (y debe) ser aplicada en cualquier época, no solo la representada en esta ocasión.


Todo esto es transmitido de forma sutil en manos de un John Ford más magistral que nunca. El hombre que mató a Liberty Valance nunca aburre: nos mantiene pegado al asiento mientras vemos, atónitos, como una gran historia diferente se desenvuelve ante nuestros ojos. Los personajes son sublimes (algunos de los mejores jamás escritos), desde el más insignificante hasta aquel con más tiempo de pantalla: ninguno sobra, ninguno falta. Cada cual enriquece con pequeños matices a la película, beneficiando tanto el realismo en la creación del poblado ficticio como la metáfora que se nos está transmitiendo. En conjunto, sumados a sus respectivas evoluciones y personalidades, tenemos una auténtica maravilla, un lienzo que invita a la reflexión y el análisis.
Héroes rotos. Convicciones rotas. Estereotipos rotos. Leyendas rotas... esto es lo que la película nos ofrece. No le faltan escenas míticas de gran tensión con diálogos sencillamente perfectos (el filete), pero también están aquellas que vulgarizan a los protagonistas, rebajándolos a niveles pocas veces vistos anteriormente. La amalgama que se crea entre las dos opciones da lugar a un producto único.

Stewart, Wayne, Veras Miles, Woody Strode, Lee Marvin; todos están absolutamente impecables en sus papeles. Los llenan de matices, de realismo, y nosotros no podemos evitar apoyarles hasta la muerte u odiarles sin remedio, según el filme nos dicte. Deberíamos apreciar lo difícil que era en los años 60 sacar a dos súper-estrellas juntas en un solo producto dando un resultado que, en pocas palabras, es todo un orgasmo cinematográfico incomparable.
El final es la guinda del pastel: cierra la moraleja de una forma que, en cierto modo, se opone al resto de enseñanzas que se nos habían dejado previamente, dando lugar a un interesantísimo debate. Sin lugar a dudas, es un clímax legendario que ha creado escuela e inspirado muchas de mis posteriores películas favoritas.

El hombre que mató a Liberty Valance es una auténtica obra maestra, uno de los mejores western jamás filmados; sin embargo, me veo incapaz de otorgarle el 10 por detalles meramente personales que palidecen en comparación con la calidad inherente de la obra, pero fueron suficiente para arrebatarme la catarsis máxima al finalizar la experiencia (*).
9/10.

ZONA (mini) SPOILER
(*) El mero hecho de poseer una conclusión tan dolorosamente obvia (estaba demasiado claro que el verdadero hombre que mató a Liberty Valance era Doniphon; además, de no haber sido así, habría sido perjudicial tanto para la coherencia en el mensaje de la película como la del personaje Stoddard) y un villano que (aunque brillante) no logra forjar una auténtica sensación de amenaza o peligro, son pequeñas pegas y no consiguen que este film sea menos perfecto por ellas, pero para mí, en la rama de lo puramente personal sí lo acercan más al 9 que al 10.

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